Ejercicio y Dolor Articular en Pacientes Oncológicos: Cómo las Terapias Pueden Agravarlo y el Ejercicio Físico Ayudar a Aliviarlo

El dolor articular es uno de los efectos secundarios más comunes y debilitantes para las personas que reciben tratamiento oncológico, especialmente cuando están sometidas a terapias hormonales, como los inhibidores de la aromatasa. Este dolor, conocido también como artralgia, puede afectar significativamente la calidad de vida y la adherencia al tratamiento. Afortunadamente, el ejercicio físico ha demostrado ser una herramienta poderosa y sin efectos secundarios que puede reducir este dolor y mejorar el bienestar general del paciente.

¿Qué es el dolor articular en pacientes oncológicos?

El dolor articular o artralgia es una molestia en las articulaciones que aparece con frecuencia como efecto adverso en pacientes con cáncer, especialmente aquellos que reciben terapias hormonales o quimioterapias. Estos dolores se manifiestan de diversas formas, desde rigidez articular hasta limitaciones en el rango de movimiento o incluso incapacidad para realizar tareas cotidianas.

Algunos tipos de cáncer, como los que afectan directamente a los huesos o las articulaciones, así como los que desarrollan metástasis óseas o leucemias, son más propensos a causar dolor articular. Además, las terapias oncológicas, como la terapia hormonal con inhibidores de la aromatasa, pueden agravar estos dolores al inducir cambios en el metabolismo hormonal y promover un estado inflamatorio en el cuerpo.

El impacto de las terapias hormonales en el dolor articular

Terapias hormonales, como los inhibidores de la aromatasa, son ampliamente utilizadas en el tratamiento del cáncer de mama con receptores hormonales positivos en mujeres postmenopáusicas. Estos tratamientos funcionan bloqueando la producción de estrógenos, lo que ayuda a reducir el crecimiento de células cancerosas dependientes de hormonas. Sin embargo, esta reducción de estrógenos provoca un ambiente inflamatorio en el cuerpo, lo que puede generar dolor articular.

Según un estudio realizado por Olufade et al. (2015), alrededor del 50% de las mujeres que reciben inhibidores de la aromatasa experimentan dolor articular. Esto impacta no solo en su calidad de vida, sino también en su capacidad para adherirse a los tratamientos, ya que muchas pacientes consideran abandonar la terapia debido a la intensidad del dolor. La evidencia indica que el ejercicio físico puede ser una herramienta eficaz para mitigar estos síntomas, sin los efectos adversos asociados con los medicamentos tradicionales.

¿Cómo se manifiesta el dolor articular en los pacientes con cáncer?

El dolor articular puede presentarse de diferentes formas en los pacientes oncológicos. Algunos de los síntomas más comunes incluyen:

• Rigidez articular, especialmente después de realizar actividades físicas.

• Dolor durante el movimiento o al estar en reposo prolongado.

• Sensibilidad o hinchazón en las articulaciones afectadas.

• Reducción en el rango de movimiento, que puede afectar la capacidad de realizar tareas cotidianas, como agacharse, levantar objetos o caminar.

Estos síntomas no solo afectan el bienestar físico, sino que también influyen en el estado emocional y mental de los pacientes, quienes pueden sentirse frustrados al no poder llevar una vida normal debido a las limitaciones físicas.

El ejercicio físico como herramienta para aliviar el dolor articular

El ejercicio físico ha demostrado ser una de las intervenciones más efectivas para mejorar el dolor articular en pacientes oncológicos. Según la revisión sistemática de Lu et al. (2019), el ejercicio regular puede reducir significativamente el dolor, mejorar la función física y, lo más importante, permitir que los pacientes mantengan su adherencia al tratamiento.

El estudio HOPE (Hormones and Physical Exercise), llevado a cabo por Melinda Irwin et al. (2015), mostró que las mujeres que realizaron un programa de ejercicio físico concurrente (ejercicio aeróbico y de fuerza) experimentaron una reducción significativa en su dolor articular a lo largo de 12 meses. Este estudio fue clave para demostrar que el ejercicio no solo alivia el dolor, sino que también mejora la calidad de vida de los pacientes.

¿Por qué el ejercicio es efectivo para reducir el dolor articular?

El ejercicio físico tiene múltiples beneficios para el cuerpo, tanto a nivel físico como psicológico. En el caso del dolor articular, los principales mecanismos por los cuales el ejercicio puede ayudar incluyen:

1. Reducción del estado inflamatorio: El ejercicio tiene efectos antiinflamatorios que pueden ayudar a reducir la inflamación crónica asociada con las terapias hormonales. Según Irwin et al. (2015), esto podría deberse a la disminución de los marcadores inflamatorios en el cuerpo tras la actividad física regular.

2. Mejora de la composición corporal: El ejercicio, particularmente el entrenamiento de fuerza, ayuda a reducir la masa grasa y a aumentar la masa muscular, lo que disminuye la presión en las articulaciones y mejora la estabilidad articular.

3. Fortalecimiento de los músculos que rodean las articulaciones: Al tener músculos más fuertes, las articulaciones reciben mejor soporte y se ven menos afectadas por el desgaste o la sobrecarga, lo que reduce el dolor.

4. Aumento de la flexibilidad: A través de ejercicios de movilidad, el paciente puede mejorar su flexibilidad articular, lo que ayuda a prevenir la rigidez y aumentar el rango de movimiento.

Tipos de ejercicio recomendados para pacientes con cáncer

Existen varios tipos de ejercicios que han demostrado ser eficaces para reducir el dolor articular en pacientes oncológicos:

1. Ejercicio aeróbico

El ejercicio aeróbico, como caminar, nadar o andar en bicicleta, es fundamental para mejorar la capacidad cardiovascular y reducir la fatiga relacionada con el cáncer. El estudio de Nyrop et al. (2017) demostró que caminar regularmente durante 6 semanas puede reducir significativamente el dolor articular en mujeres que reciben inhibidores de la aromatasa.

Recomendación: Realizar al menos 150 minutos de ejercicio aeróbico de intensidad moderada por semana, como recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS).

2. Entrenamiento de fuerza

El entrenamiento de fuerza es esencial para fortalecer los músculos que rodean las articulaciones, mejorar la estabilidad y reducir el dolor. Un programa típico puede incluir ejercicios de fuerza realizados dos veces por semana, como sentadillas, levantamiento de pesas o ejercicios con bandas elásticas.

Recomendación: Realizar 2 sesiones de entrenamiento de fuerza por semana, enfocándose en grandes grupos musculares y asegurándose de que el programa esté supervisado por un profesional especializado en ejercicio para pacientes oncológicos.

3. Ejercicios de movilidad y flexibilidad

Los ejercicios de movilidad y flexibilidad ayudan a mantener el rango de movimiento en las articulaciones, evitando la rigidez y mejorando la función articular. Actividades como el yoga o el pilates son excelentes opciones para trabajar tanto la flexibilidad como la fuerza en pacientes oncológicos.

Importancia de la personalización del programa de ejercicio

Es crucial que el programa de ejercicio sea individualizado para cada paciente, teniendo en cuenta factores como el tipo de cáncer, el tratamiento recibido, el nivel de dolor y la condición física general. Como lo sugiere la revisión de Arem et al. (2016), no todos los pacientes responderán de la misma manera al ejercicio, por lo que el monitoreo constante y la adaptación del programa son fundamentales para maximizar los beneficios.

El trabajo multidisciplinar también juega un papel esencial en la rehabilitación del paciente oncológico. Además de entrenadores especializados en ejercicio oncológico, los pacientes pueden beneficiarse del apoyo de fisioterapeutas que ayuden a restaurar la función articular y evitar futuras complicaciones.

Conclusión: Un enfoque integral para manejar el dolor articular en pacientes con cáncer

El dolor articular es un efecto secundario frecuente en pacientes oncológicos, particularmente aquellos que reciben terapias hormonales. Si bien estas terapias son esenciales para prolongar la supervivencia, también pueden reducir la calidad de vida de los pacientes debido al dolor que generan.

El ejercicio físico ha demostrado ser una herramienta segura y eficaz para reducir el dolor articular, mejorar la función física y mantener la adherencia al tratamiento. Sin embargo, es importante que los programas de ejercicio sean individualizados y supervisados por profesionales capacitados para garantizar que los pacientes obtengan el máximo beneficio sin riesgo de lesiones.

Finalmente, es esencial que los profesionales de la salud adopten un enfoque multidisciplinario para abordar el dolor articular en el tratamiento oncológico, utilizando el ejercicio como una intervención complementaria que no solo mejora el dolor, sino también la calidad de vida general del paciente.

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